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domingo, 5 de agosto de 2012

Profundidades del estío





PROFUNDIDADES DEL ESTÍO.

Quiero creer que no soy la única persona que se siente la última hoja de otoño que lucha por sobrevivir en el abrasador periodo estival. Siempre he pensado que mi sinónimo vegetal sería una flor otoñal (azalea, crisantemo o la mismísima dama de noche).

Necesito germinar, entre vientos y lluvias, entre oleadas de frío que activen mis raíces, entre sábanas profundas y rayos de luna que se descubran entre las nubes.
Necesito que el ambiente acomode mi habitual sentimiento de nostalgia, tan descolocado con el calor veraniego. 

Puedo disfrutar del verano, claro que sí, pero resulta más difícil no dejarse llevar por las corrientes de quejas estériles, suspiros resignados o conversaciones pesimistas. El (in) pesado de inercia, el inmovilismo convertido en una rutina.

Ahora bien, en estos meses de transición primaveral, he intentado integrar nuevos elementos indispensables para mi fotosíntesis,  nueva vida  en mi corriente subterránea, que ahora debe recorrer el cuerpo, para mantenerme a flote entre las piedras secas. ¿Cuales son estos elementos?.

Decidí que mi luz sería suficiente para convertir lo que consideramos materia inorgánica              (problemas) en materia orgánica (aprendizaje). En este proceso mi energía luminosa, se convertiría en química en contacto con el amor (tan presente ahora en mis días), la música (igual y siempre presente), la familia (el pilar), la sinceridad (el agua cristalina)....

Y en algún momento terminará el verano y me sentiré fuerte, algo en mí habrá crecido, y me sentiré aún más feliz, aún más otoñal, aún más yo.

Que este no sea mi momento natural de germinación y activismo, no va a impedir que no le saque el provecho conveniente.
Mañana amanecerá y habrá gotas de rocío.

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